Sabor a horchata de chufa

Sabor a horchata de chufa

¿Tú qué prefieres, el olor a mar o el olor a huerta? Paseando por la huerta de Valencia, en los alrededores de Alboraia, puedes oler las dos cosas. Y hemos de decir que ninguna es especialmente agradable. Por un lado, a veces llega una brisa húmeda cargada de aromas a pescado y marisco recocidos. Por el otro, inundan las fosas nasales los efluvios del estiércol fresco que tanta vida insufla en los campos. Sometidos a estas dos pestilencias simultáneas, Álvaro y yo no paramos de sonreír alternativamente, cada uno recordando su infancia según el hedor de turno. Misterios de la mente humana que enraizan con los recuerdos para hacer, de esto de vivir, un arte.

Los sabores, como los olores, también son capaces de infiltrarse por los vericuetos del espíritu para hacer que te asalten de repente diapositivas de infancia o sensaciones que creías olvidadas. Es por eso, que cada vez que recorremos la huerta, no falta la paradita para la horchata con fartons. Tiene la bebida de chufa un retrogusto tan característico que hace que se levanten las neuronas infantiles, las familiares y las veraniegas todas a una.

Lo primero que quiero contar de la horchata es que este nombre no es exclusivo de la de chufa ni tiene res a vore con Jaume I y su supuesta frase de matón de discoteca sobradillo a ninguna campesina. Horchata viene del latín “hordeata“ y se refería en origen al agua de cebada, extendiéndose después el término a otras bebidas de los cereales, tubérculos o frutos secos más propios de la latitud de turno.

Hay un montón de curiosidades relacionadas con la horchata de chufa, aunque Internet es una mina de fake news y mitos fundacionales sin base histórica (pero qué risa). Sí que es cierto que han encontrado chufas en tumbas y barrigas egipcias, con lo que está más o menos claro que se cultivaba en el este de África desde el Neolítico. Muy lejos en el espacio y en el tiempo, en la Valencia del siglo XIII, su médico le recomendaba a Jaime II de Aragón comer chufas en ayunas para curarse las hemorroides.

Sea como fuere, este tubérculo se considera un súperalimento por su alta cantidad de minerales, proteínas y grasas insaturadas. Al hacer la horchata se mezcla, eso sí, con azúcar, limón y canela, aunque si la haces en casa puedes experimentar al gusto. La verdad es que no conozco a nadie sin robot de cocina que se atreva a meterse en esas lides, pero con paciencia y buenos brazos todo es posible. Y una cosa que me gusta especialmente es su nombre en inglés: tigernut milk. ¿No suena súper exótico, como algo que pudieran beber en la India?

Aún no entiendo cómo ya han pasado por las fauces de lo trendy la paella, el almuerzo y el cremaet y no está de rabiosa actualidad la horchata. ¿Dónde están las hordas de visitantes aprendiendo a hacer esta leche vegetal? ¿Por qué la chufa no cotiza en bolsa? ¿Qué hay de hacer talleres de mojado de fartons en los barrios hipsters? Yo ahí lo dejo. Mientras, seguimos disfrutando de la relativa tranquilidad de acudir a una horchatería de Alboraia en pleno agosto y no morir en el intento.

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