Saca todo tu glamour y rocíalo con brilli brilli. Eso de sudar es muy ordinario y no va contigo. Tú mueve tu muñeca con garbo, golpéate bien fuerte el pecho con el abanico y pásate al aire acondicionado portátil más ecológico.
Los abanicos llevan acompañando a la humanidad desde el antiguo Egipto, probablemente desde la prehistoria, para avivar las brasas. Para refrescar y apartar insectos en la Grecia y Roma clásicas y para hablar de amor en la España del Siglo de Oro.
De plumas, de nácar, fijos o plegables, gigantescos como culmen al final del cetro o minúsculos para llevar en bolsos de fiesta. Hay millones de abanicos de todas las formas y colores, pero es extrañamente difícil encontrar uno que nos encaje.
Nos quedamos con esta colección de abanicos divertidos con estampados vistosos que estarás feliz de lucir en cuanto apriete el calorcito.