Eso de viajar está muy bien: conocer nuevas culturas, ampliar tus horizontes, ganar perspectiva... El turismo es una de las experiencias más enriquecedoras que existen, siempre y cuando no nos emperremos en hacer las mismas cosas que hacemos en casa, como si el resto del mundo fuera el que está mal por no saber cómo me gusta a mí que me sirvan el cubata. Ya lo dice uno de los refranes con el mejor uso del subjuntivo que conozco: “Allá donde fueres, haz lo que vieres”. Vamos, que si vas a China no pidas pan para sucar en la salsa, alma de Dios. Previously, en esta entrada, ya te dimos algunas claves para disfrutar de Valencia en clave local. Hoy venimos a prevenirte de unos cuantos choques culturales frecuentes que nos ocurren a nosotras cuando salimos de la terreta.
No me seas de tu tierra por ahí
Café del tiempo, pero… ¿de qué tiempo? Porque si te refieres a un café con hielo quizá tengas que especificar que es el tiempo de Alaska. Lo que en Valencia se conoce así no significa nada en otras partes del mundo (o de la Península, de hecho). Así que déjate de líos y no nombres las cosas, descríbelas. Y lo mismo vale para los conceptos de manchado, cortado, bombón…
A menos que quieras iniciar un conflicto diplomático internacional, nunca utilices artefactos explosivos en el extranjero. No se entiende que algo que hace mucho ruido y es potencialmente peligroso aquí nos lo tomemos como el mayor de los jolgorios. Las mascletás resérvalas para dentro de los confines de la Comunidad Valenciana.
Pero si tú ya lo sabes, ¿a que lo sabes? Entonces, ¿qué impulso suicida te lleva a pedir paella cada vez que vas de vacaciones a un sitio lejano? La van a hacer mal. Va a ser arroz con cosas. Y tendrás suerte si las cosas no incluyen embutidos y mariscos de manera simultánea. No hagas el canelo y cíñete a la gastronomía local, venga, que no es cuestión de hacerse mala sangre a lo tonto.
La primera vez que nuestro hijo vio una calle en cuesta fue en Madrid. Y flipó. Sólo quería correr por ella arriba y abajo con los brazos hacia atrás rollo Arale. Valencia es una ciudad completamente plana por la que los paseos andando y en bici cuestan cero esfuerzo, pero ya sabes que no ocurre lo mismo en otras partes del mundo. Así que calzado cómodo, my (Valencian) friend.
Si no quieres gastarte un dineral en alojamiento cuando vayas de vacaciones al extranjero, te recomendamos fuertecito que le eches un ojo a Home Exchange. Es una plataforma en la que pones tu casa disponible los días que quieras o puedas y a cambio puedes viajar y alojarte en casa de otras personas allá donde vayas. No tiene que ser simultáneo, se “paga” con puntos. Es una manera de hacer comunidad y disfrutar de un alojamiento en el que sentirte de verdad en casa. Además de tocarle un poquito las narices al sistema ultra capitalista, of course.